Se puede hacer clic para más detalle. Este es uno de los cuadros que empleo en mis cursos, ya que es preciso buscar en el Inter y entre los libros de arte las posibles obras maestras a las que se refiera el texto. Os invito a acompañar a los estudiantes, aunque espero menos quejas. Lo esencial del ejercicio no nos ocupa aquí, sino la belleza y la verdad tanto del poema como del cuadro.
Musée des Beaux ArtsHe tenido la fortuna de encontrar en el Inter la siguiente traducción del poema en un portal que se titula Saltana, Revista de Literatura y Traducción. Los versos a continuación los compuso Miguel Sáenz, de quien no sé nada. Voy a remediar pronto tal ignorancia.
About suffering they were never wrong,
The old Masters: how well they understood
Its human position: how it takes place
While someone else is eating or opening a window or just walking dully along;
How, when the aged are reverently, passionately waiting
For the miraculous birth, there always must be
Children who did not specially want it to happen, skating
On a pond at the edge of the wood:
They never forgot
That even the dreadful martyrdom must run its course
Anyhow in a corner, some untidy spot
Where the dogs go on with their doggy life and the torturer's horse
Scratches its innocent behind on a tree.
In Breughel's Icarus, for instance: how everything turns away
Quite leisurely from the disaster; the ploughman may
Have heard the splash, the forsaken cry,
But for him it was not an important failure; the sun shone
As it had to on the white legs disappearing into the green
Water, and the expensive delicate ship that must have seen
Something amazing, a boy falling out of the sky,
Had somewhere to get to and sailed calmly on. (1940)
Del sufrimiento siempre supieron
los Maestros antiguos, de su acaecer
humano, de cómo ocurre
mientras otros comen, abren ventanas o indolentes se fueron;
de cómo, cuando hay viejos que aguardan reverentes, con pasión,
el parto milagroso y verdadero,
hay niños que patinan —no prestan atención—
sobre el lago del bosque al atardecer.
Nunca olvidaron
que hasta el martirio ha de mostrar su horror
en un rincón que todos ensuciaron,
en donde perros viven perramente y el caballo del torturador
se rasca contra un árbol el trasero.
El Ícaro de Brueghel, por ejemplo: todo se aleja
pausadamente del desastre; el labriego con su reja
pudo oír el chapuzón, el grito desolado,
pero para él no era importante; el sol brillaba
sobre unas piernas blancas que se hundían
en agua verde, y desde el costoso barco delicado veían
lo prodigioso: un chico del cielo defenestrado;
pero el barco seguía su rumbo y con calma navegaba.
El poeta americano William Carlos Williams, que normalmente me encanta, también publicó un poema sobre el mismo tema, debido sin duda a la inspiración de Auden. ¡Qué horror! Al pobre lector indefenso le duele, particularmente si conoce éste el texto de Auden. De eso hablo otro día.
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